LA LANA: EL TESORO DE LOS DIOSES EN LOS ANDES



Las alpacas, las vicuñas, los guanacos y las llamas han dado alimento y abrigo a los pueblos andinos desde tiempos inmemoriales. No en vano, para los incas sus pieles eran más preciosas que el oro.
Uno de los más grandes tesoros de Los Andes son los camélidos, que han poblado esta zona montañosa y remota por más de tres millones de años. Gracias a las vicuñas, alpacas, guanacos y llamas, contamos con exquisitas fibras naturales térmicas, resistentes, suaves y muy lujosas.
Además de las fibras, los camélidos tienen mucha importancia, pues se aprovecha su came, sus pieles y su estiércol para combustible. También se usan como transporte y herramientas, y son protagonistas de rituales religiosos ancestrales. Los camélidos son el eje alrededor del cual gira la vida en muchos pueblos andinos de Bolivia, Perú y Chile.
 
De las cuatro especies, la Vicuña y el guanaco son salvajes y están en vía de extinción. Resisten alturas de más de 4.000 metros y muy bajas temperaturas, lo cual tiene efectos positivos sobre la calidad de la fibra.
La Vicuña es la más preciada y se le llama ‘el oro de Los Andes’. Los primeros indicios de vicuñas datan de 10.000 años y se sabe que para los incas eran sagradas. Creían que eran la reencarnación de las doncellas, premiadas con una capa de oro en agradecimiento por dar origen a la civilización.

La fibra de la Vicuña está muy asociada a la Pachamama y al ritual del chaccu, que consiste en una fiesta de la solidaridad donde se forma una cadena humana alrededor de las vicuñas para esquilarlas sin hacerles daño y luego liberarlas. Hace 20 años se reanudó en Los Andes esta ceremonia, que es importante para la preservación de la cosmovisión andina y la conservación de estos animales.

Se sabe que desde el año 500 a.C. se aprovechan las fibras de los camélidos y que los incas domesticaron las alpacas.
Hay indicios en tumbas de esa cultura que muestran un manejo de la fibra muchísimo más refinado de lo que se puede lograr hoy.

Con prendas de Vicuña se vestía la realeza inca. También dividieron la fibra de alpaca en dos variedades: huacaya y suri. La primera produce fibra más densa y crespa, para un hilado más burdo y tejidos a mano, y la segunda, una textura suave como la seda, ideal para las prendas uniformes. 

La invasión española en 1532 destruyó por completo el programa que tenían los incas para la crianza sostenible de los camélidos y a causa de esto; rebaños enteros desaparecieron. Los sobrevivientes ascendieron los cerros y se localizaron en zonas de páramo, mientras que los potreros más bajos se llenaron de ovejas y ganado. Fuera de esta gran masacre, el cruce entre llamas y alpacas fue otro de los factores que degeneró la calidad de la fibra.

Hoy en día existen aproximadamente cuatro millones de alpacas en Perú, el mayor productor de esta fibra en el mundo. Existen criadores grandes, pero la mayoría de los camélidos son cuidados por pastores campesinos que viven en las alturas heladas de las punas.

Entre los grandes proveedores de alpaca figura el Grupo Michell, un líder en el movimiento moderno de los camélidos. Su principal aporte se ha concentrado en la mejora de los animales para asi lograr mayor calidad en la fibra. En su hacienda Mallkini de Puno toma forma este proyecto biológico y social que tiene como fundamento involucrar a las comunidades para que se beneficien con productos de calidad que pueden ser vendidos al precio correcto.

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