Las
slow cities, también conocidas como ciudades lentas o cittaslow, son
poblaciones comprometidas con la mejora de la calidad de sus habitantes,
localidades que desean evitar la homogeneización y celebran las características
propias que las convierten en únicas.
Lo hacen, por ejemplo, a través de la
protección de alimentos autóctonos y sus productores, la recuperación de platos
tradicionales y el impulso de la agricultura y la ganadería ecológicas.
Remarcando los rasgos propios, el respeto por el medio ambiente y la conciencia
del entorno en el que se vive.
Las
mejoras que se plantean y llevan a cabo desde las ciudades lentas, municipios
con una población siempre inferior a los 50.000 habitantes, se encuentran
íntimamente vinculadas al territorio propio, las nuevas tecnologías y el medio
ambiente. Se busca que lo tradicional conviva con lo contemporáneo, con
equilibrio y respeto. Se celebra la diversidad cultural al mismo tiempo que se
impulsan los productos de alimentación más propios, obtenidos mediante cultivos
naturales, compatibles con el entorno y su supervivencia. Promoviéndose además,
directamente en los ciudadanos, valores como la hospitalidad, la convivencia y
la conveniencia de hacer posibles todos los rasgos que caracterizan a una slow
city, una ciudad inspirada por las bases del movimiento Slow Food.
Todas
estas características se materializan mediante iniciativas concretas de diversa
índole. Con las peatonalizaciones de los centros históricos y calles más
emblemáticas, la promoción del comercio de proximidad, las facilidades a la
hora de llevar a cabo iniciativas en pro de productos locales, la difusión de
tradiciones culinarias sanas que favorezcan al mismo tiempo la supervivencia
del cultivo de esos alimentos propios, la conservación del patrimonio cultural,
la reducción de cualquier tipo de contaminación, desde acústica o lumínica,
hasta la polución en sí misma, la trasmisión de un ritmo de vida menos
frenético o el desarrollo de tecnologías urbanísticas que amplíen las
posibilidades de las acciones que se llevan a cabo.
Pijao,
en el Quindío, es el primer pueblo 'slow' de Colombia
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