Hay dos corrientes de
pensamiento. Una defiende la necesidad permanente de conquistar nuevos
territorios, la podemos llamar la corriente napoleónica. La otra encuentra el
placer en la repetición de rutinas, un poco a lo Pessoa. Ambas son correctas. Aquí cinco momentos incomodos y estresantes de todo viaje... ¡Tranquilo! También con su respectivo remedio...
1. ELEGIR DESTINO: Hay gente que viaja, por
defecto, a Nueva York y ni se plantea conocer Washington, tan solemne, orgánico
y museístico, a sólo cuatro horas en un tren. Hay otra que cada vez que pisa un
país se ve en la obligación de peinarlo por si acaso alguien levanta el
teléfono rojo, cae una bomba nuclear al día siguiente y se queda sin hacerlo.
Todos tiene razón.
No hay destinos mejores ni
peores, pero sí los hay con mejor o peor imagen de marca; no diremos ni unos ni
otros por no herir susceptibilidades. El último estudio del Portrait of American
Travelersrevela que prefieren el turismo familiar e incluso los cruceros. Cada
año surgen listas de los destinos más hot; así que los más inseguros pueden
regirse por ellas. Al año que viene según los gurús tendremos que viajar a
Bostwana, Santa Helena, Trasnsilvania, Bahamas, Quito, Mumbay, Auvernia…
El remedio: tenemos que
abrazar nuestras obsesiones. Si nos sentimos cómodos en Londres, agotemos
Londres, que, por cierto, nunca se agota. Con los destinos no hay que acertar.
Y lo de cerrar los ojos y señalar un punto en un mapa; aún funciona.
2. SOLO O EN COMPAÑÍA DE OTROS: Este punto está
irremediablemente unido al anterior. El viaje comienza cuando se empieza a
fantasear con él. Tenemos una semana de vacaciones; si somos afortunados,
podremos elegir entre viajar con familia, amigos, perro, conocidos, significant
other o solos.
La familia garantiza
intensidad emocional, pero también confianza y tiernos momentos de vergüenza
ajena. Los amigos aseguran risas y sus correspondientes microtensiones. El
perro promete compañía sin tensiones, ni micros ni macros pero ciertas
restricciones. Los conocidos estarán en la mejor situación para convertirse en
amigos o diluirse. Viajar con una pareja (o sus sucedáneos) puede ser el cielo
o el infierno, aunque muchas veces no será ni una cosa ni la otra. Y menos mal.
Viajar solo es pura paz y autoconocimiento, pero no permite compartir, que ya
hemos dicho que es importante, sobre todo cuando se hace con los pies cansados,
al final del día y con un vino delante.
El remedio: el mejor destino
siempre es la compañía con la que viajamos. Esto sirve también para cuando
viajamos solos. O solas.
3. RESERVAR UN HOTEL: Un viajero tranquilo se
puede convertir en una hidra desquiciada buscando un hotel. Hay muchas razas de
viajeros. Los hay que colocan las opciones en un Excel, los que repiten, los que comparan tanto que, al final, tienen que dormir en casa
del primo del primo del primo y los que no le dan la más mínima importancia a
ese acto.
Según Hosteltur el usuario
consulta un aproximado de 38 webs buscando el mejor precio, localización y
servicios ¿Muchas? Organizar un viaje es preparar los ingredientes para los
futuros recuerdos y el hotel es importante. Lo es una pensión en una cuesta
empedrada de Lisboa, un albergue con baño compartido y una villa asiática con
piscina verde y privada. Lo es porque será un escenario importante donde, y no nos digamos mentiras, aunque solo durmamos, no servirá solo para dormir. Es una cada
efímera y las casas son importantes.
Siempre dudamos de si hemos
acertado en el barrio, si nos estaremos gastando más dinero del preciso, si nos
estamos perdiendo el hotel definitivo, si estamos en la habitación con las
mejores vistas y el baño mas grande. Esas dudas son legítimas. Pensemos que
elegimos hotel como vivimos, a tientas y como podemos. Los viajes, como la
vida, no tienen ensayos generales.
El remedio: tener referentes
a los que acudir. Aquí también funciona como la vida. Si queremos un hotel,
recurramos a webs de sellos que garanticen buena oferta, seguridad y ventajas,
como la de Preferred Hotels&Resorts; también podemos acudir a sitios que
hacen la labor de filtro. Y
para reforzar o dinamitar una decisión siempre está, nuestro amigo (o enemigo)
Tripadvisor. O un amigo viajero de carne y hueso, que funcionan muy bien. O a un portal como éste, donde los hoteles salen tan bonitos.
4. PREPARAR LA MALETA: Aquí debería aparecer
Bernard Herrmann y deleitarnos con alguna de sus composiciones, por ejemplo, la
de Psicosis o la de Vértigo. Nadie, escuchad bien, nadie, pero nadie, sabe
preparar la maleta perfecta. De hecho, esa maleta no existe porque la vida va
por delante y te coloca un chaparrón o una fiesta cuando nada de eso entraba en
tus planes. Hay que intentarlo, eso sí. Hay mucha literatura acerca de cómo
hacer una maleta sensata y optimizada. El mejor consejo es hacerla con tiempo,
música y ganas. Y luego, como decía Coco Chanel, refiriéndose al aspecto, antes
de salir de casa siempre hay que quitar algo.
El remedio: asume que te vas
a equivocar y ríete de tu torpeza maletil. Se te olvidará algo y eso importará
muy poco. Además, recuerda que el destino ha puesto a Amancio Ortega en nuestro
camino y de que hay muchas posibilidades de que allá donde vayas, él acuda en
nuestra ayuda.
5. LA SEGURIDAD DEL AEROPUERTO: Maestro Herrmann, no deje de
tocar su música inquietante porque el momento de cruzar el control de seguridad
es una fuente de estrés e incomodidad. Antes de llegar somos seres dignos y
bien vestidos, pero en minutos nos convertimos en equilibristas desarrapados
con cara de terroristas del ISIS. Hay que colocar en las bandejas todo el
arsenal tecnológico, hay que semidesnudarse y, aún peor, hay que desvelar
nuestras miserias cosméticas en la bolsa de obligatoria bolsa plástico
transparente. Todo es ligeramente vejatorio (o al menos estéticamente mediocre)
en los minutos que dura este trámite. El viaje comienza una vez que nos hemos
vuelto a poner zapatos y cinturón. Solo en ese momento.
El remedio: hagámoslo fácil
y rápido. Llevemos todo preparado, dejemos las sandalias de gladiador y los
diez brazaletes dentro de la maleta, también la rebeldía. Ya la sacaremos
cuando lleguemos al destino.
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